Una estación en el infierno

A todos nos vendría bien una estación en el infierno. Que el dolor parezca eterno, que no haya más luz durante un tiempo. Sentir una amargura infinita e impotente que desborda y aborda durante todo el día. Percibir que esto es serio, todo puede caer.
Trenes que vienen
Trenes que van
Andenes vacíos marchan quietos
Un humo sobre la estación
No se ve nada.
El vagón llega, pero
No sabes cuándo saldrá.
En este viaje puedes quedarte en el apeadero. Solo, abandonado, tu mundo puede caer, éste es frágil, se puede romper. No te creas el Rey único y absoluto, porque muchos reinos han caído, no te creas Dios porque muchas religiones han decaído. Nadie es profeta en su Tierra, nadie es superior a los demás, todos estamos clavados en esta esquizofrenia global. Una lucha sin cuartel entre el cerebro y alma, entre máscaras y desnudos, entre razón y alma.
Los ascensores suben, pero bajan,
Los ríos acaban en el mar,
Las nubes mojan el suelo,
Los paraísos son artificiales
Y las ilusiones inflamables.
Pásate un momento, siéntate la estación del infierno y sentirás que es salir. Recordarás tiempos mejores, antiguas ilusiones abrasadas por el humo viciado de los viejos trenes. Apura tus propios límites, aprender a sufrir, a cargar con el sufrimiento infinito. Siente el calor de las vías, respira el hedor del metal oxidado, nótalo bajar por tus venas hasta los pulmones. Corroe, no intentes comerte el mundo porque él te tragará a ti.
El humo viciado de estos
Viejos vagones me hace
Sentir estúpido, absurdo.
Esta estación me absorbe,
Convierte mi alegría en ansiedad,
Y mis ilusiones en pesadillas.
Me ahogo en esta nube
De alegría artificial.
Todos deberíamos pasar una estación en el infierno, para no sólo saber que es nacer o morir, sino el valor, el calor o el peso de qué es sonreír. Siga las recomendaciones de su médico, y no piense, así nunca llegará hasta ahí.
Que tengan un buen viaje. (nunca arriben a esta estación).